sábado, 12 de abril de 2014

Viernes 11: Regreso a casa de la expedición que fue a la XXVII Copa Alcázares del 2014

Han sido siete días magníficos de camaradería, de deporte, de buenos y malos momentos, de estrechar lazos de amistad con los compañeros de siempre, con nuevos compañeros -a los que ya consideramos amigos- y con las familias colombianas que nos han acogido.

¡Claro que hemos echado de menos a nuestras familias! ¡Es evidente que los padres han echado de menos a sus hijos! Pero de todo esto se puede obtener una valiosa enseñanza: cuando algo o alguien nos falta, es cuando aprendemos a valorarla. Y esto nos debiera llevar a reflexionar. ¿Por qué a veces en el día a día nos enfadamos con las personas a las que queremos o apreciamos si cuando luego nos faltan se encogen nuestros pechos, lloran nuestros corazones y las lágrimas afloran por nuestros ojos como torrentes incontenibles? ¿Por qué a veces nos llenamos de impaciencia, de desdén, de resentimientos vanos, de rencores con ellos?

La organización había previsto para el grueso de nuestro grupo -en sentido figurado, no nos referimos a Javier M.- que saliera del colegio a las 14'30 rumbo al aeropuerto de Medellín. Un pequeño contratiempo con uno de los viajeros hizo que saliéramos pasadas las tres de la tarde. Javier estaba dispuesto a dejarlo allí para que no perdieran todos el vuelo, pero Miguel Narváez y Rodrigo Mera le fueron pidiendo minutos para que le diera tiempo a llegar. Finalmente llegó y el autobús arrancó. Llegamos al aeropuerto. Javier M. repartió lo que llevaba para comer entre todos y fuimos pasando uno a uno todos los controles, migración,… menos por la exención de impuestos que la hicieron dos de la expedición por todos. El vuelo desde Medellín a Bogotá se retraso entre quince y veinte minutos por densidad de tráfico aéreo pero nos aseguraron que nos facilitarían que no perdiéramos la conexión que teníamos prevista a las 10’59 para ir aQuito.

Así fue. Nos tocó correr por el aeropuerto de Bogotá como fórmulas I, pero llegamos justos.
Al llegar al aeropuerto de Tababela, nuestros padres nos estaban esperando con emoción, pancartas, globos,… Eran las 00’39 de la madrugada. Cansados y felices les dimos un beso a nuestros padres y hermanos mientras nos bombardeaban con todo tipo de preguntas. Y fue entonces cuando el lema del colegio Alcázares vino a mi cabeza como el rumor del agua del mar que lame la orilla de la playa: “Siempre alegres, para hacer felices a los demás”. Eso es lo que debieron pensar Nelson, Marcelo y Javier cuando cruzaron los últimos la puerta que dejaba atrás la aventura de una semana de Copa Alcázares en Colombia.

Javier Madrigal nos ha recordado que hay cosas que han ido muy bien y otras que se pueden mejorar. Que no conducen a nada las críticas. Que como un autor que no recuerdo:
«El pensar bien consiste, o en conocer la verdad o en dirigir el entendimiento por el camino que conduce a ella. La verdad es la realidad de las cosas. Cuando las conocemos como son en sí, alcanzamos la verdad, de otra suerte, caemos en error.» Es fácil criticar, tratar de imponer nuestro criterio. Lo difícil es estar ahí y hacer una crítica constructiva, hablando con datos, aportando soluciones, buscando mejorar; diciendo lo que hay que decir pero a quien hay que decir, cuando hay que decir y como hay que decir.

 Por eso, Javier Madrigal está dispuesto a recibir por correo -o personalmente- todo tipo de sugerencias que permitan mejorar nuestra participación y organización en próximas copas. Su correo electrónico es jmadrigal@intisana.com

A todos los que desde lejos o desde cerca nos ayudado, apoyado, alentado, animado, exigido,... ¡¡¡MUCHAS GRACIAS!!! Quisiéramos contar contigo para tener un Intisana mejor.

La semana que viene -el lunes o el martes- trataremos de poner otras fotos que no han aparecido hasta ahora para que las disfrutéis en familia.

A todos, hasta la próxima.